Un primo algo mayor que yo la había grabado en una vieja cinta VHS y no tuve valor para negarme a verla, ni para admitir el miedo atroz que me provocaron aquellas imágenes tan grotescas y aquellos diálogos tan obscenos. Pasé muchas noches en vela recordando el rostro desfigurado y la voz quebrada que caracterizaban la posesión demoniaca de la pobre Regan.
El largometraje había sido estrenado en 1973 y supuso un hito en la historia del cine. A partir de entonces muchos gurús del terror hollywoodense siguieron su estela, rodando innumerables films de posesiones, a cuál más desagradable, explícito o blasfemo. Huelga decir que no he vuelto a ver una sola película de este género.
Todas estas obras cinematográficas contribuyen a construir una imagen de Satanás que dista mucho del perfil que traza la Biblia sobre nuestro adversario. Por supuesto que las posesiones son un fenómeno real, hay decenas de casos relatados en las Escrituras que así lo demuestran. Sin embargo, la actividad principal de nuestro enemigo es mucho más sutil y perspicaz que tales manifestaciones. Pablo nos advierte que “Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14) y no creo que asustarnos —inspirando de paso películas de terror— conste entre su lista de tareas prioritarias. Más bien, empujarnos al error con lisonjas, engaños y medias verdades. Su gran aparición en la escena bíblica es un buen ejemplo de ello…
“1Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.”
(Génesis 3:1–5, RVR60)
La serpiente del Edén, a la que la Biblia identifica claramente con Satanás (Apocalipsis 12:9), queda perfectamente retratada en esta conversación. Se maneja con las mismas malas artes que un trilero de feria, desplazando la bolita de la verdad de aquí para allá, ahora enseñándola para luego ocultarla, hasta embaucar a Eva y a su marido (Génesis 3:6).
Las Escrituras muestran que la agenda de Satanás es oponerse al desarrollo de los propósitos de Dios en el mundo, así que va a tratar de impedir por todos los medios que los incrédulos vean la luz del evangelio (2 Corintios 4:4) y que los creyentes crezcan en su comunión con Dios y su madurez espiritual (2 Corintios 11:3). En este sentido, el diálogo de Génesis 3 revela en buena medida la estrategia de nuestro oponente en su empeño por alcanzar sus objetivos. Resaltan tres tácticas que identificaremos a continuación.
1. Sugiere una interpretación equivocada de la palabra de Dios. La sutileza con la que inició esta conversación es casi proverbial: “¿Con que Dios ha dicho que no comáis de ningún árbol del huerto?”. Evidentemente Satanás conocía a la perfección lo que Dios había ordenado. Adán y Eva podían alimentarse de todo cuanto el Señor había provisto en el jardín del Edén, excepto del fruto del árbol prohibido (Génesis 2:16-17). No obstante, su primera embestida consistió en forzar un entendimiento equivocado de lo que Dios había dicho.
Otro caso paradigmático fue la tentación de Jesús. Es de sobra conocido este episodio en el que nuestro Señor se vio tentado por el enemigo en tres rounds de los que salió victorioso, precisamente por conocer la palabra de Dios. En una de las tres tentaciones, aquella en la que Jesús fue llevado al pináculo del templo, Satanás usó un texto bíblico para sugerirle que se lanzara al vacío:
“9Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; 10porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; 11y, En las manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.”
(Lucas 4:9–11, RVR60)
En efecto, nuestro adversario recurrió a una cita del Salmo 91 con la intención de aplicarle un buen blanqueado a su provocación. Si Dios había dicho que los ángeles protegerían a Jesús, ¿entonces qué problema había con la idea de saltar y ser rescatado a la vista de todos los fieles que acudían al templo?
Este y otros pasajes demuestran que el diablo conoce la Escritura y, en su afán por engañarnos, no dudará en usarla tergiversando su verdadero sentido, manipulándonos con interpretaciones forzadas hasta anestesiar nuestra conciencia y justificar lo injustificable. Ejemplos de abusos y aberraciones de todo tipo se han dado en la historia pasada y la reciente, perpetrados bajo el paraguas de un supuesto respaldo bíblico. No hay más que recordar el oficio de la Santa Inquisición o las prácticas sectarias del evangelio de la prosperidad.
2. Siembra la desconfianza respecto a Dios. En la conversación con Eva, la serpiente deja caer la idea de que quizá el Creador no era tan digno de confianza como parecía. Después de todo, ¿acaso no les había ocultado la verdad acerca del árbol prohibido, a saber, que al comer de su fruto no morirían sino que llegarían a ser como Dios mismo (Génesis 3:4-5)? Una actitud bastante egoísta si se mira desde este ángulo… Una vez minada la imagen del Creador a ojos de Eva, Satanás la tenía al borde del precipicio. Bastaba con un último empujoncito para ver a la humanidad precipitarse al vacío.
Nuestro adversario continúa empleando esta misma táctica hoy en día. Tales susurros envenenados nos llevan a desconfiar de nuestro Hacedor dudando, no sólo de su palabra, sino de su persona. ¿No es Dios demasiado exigente? ¿Realmente me ama? ¿De verdad será capaz de perdonar lo que hay en mi pasado? ¿No es exagerado pensar que el evangelio es la única manera de relacionarse con Dios? ¿Será cierto que Dios existe? Basta con concederle un poco de terreno a este tipo de dudas para sentir cómo nuestra fe empieza a tambalearse.
Distinto es el caso de la duda intelectual. No temamos enfrentarnos a este gigante. La fe cristiana no es una fe ciega, ni una renuncia a las preguntas que nos puede plantear la filosofía, la ciencia, la arqueología o la historia. Después de todo, a medida que vayamos tratando con estos interrogantes, nuestra fe se verá fortalecida. Pero hay que tener cuidado con no dejar que estas cuestiones se conviertan en “dardos de fuego” en el arco de Satanás con los que pueda dañar nuestra relación con Dios, debilitar nuestra confianza en Él y empujarnos a cometer un error fatal (Efesios 6:16).
3. Sugiere un plan alternativo. Ésta es su especialidad. Nuestro enemigo siempre guarda un as en la manga, un plan “B” que a todas luces parece una alternativa mucho más atractiva que el plan divino original. Para Eva, la sugerencia de la serpiente no tenía punto de comparación con el estricto y abusivo mandamiento respecto al árbol de la ciencia. ¿Acaso no era mucho mejor situarse al nivel de Dios, decidir por uno mismo lo que está bien o mal y vivir de acuerdo a tus propias reglas?
Probablemente les bastó sólo un bocado para tomar conciencia de su error. Ahora sí que conocían el bien y el mal, pero desde la amarga perspectiva de la experiencia de desafiar a Dios y cargar con las consecuencias. Tanto Adán como Eva inmediatamente se vieron embargados por la vergüenza y atenazados por el miedo, emociones completamente ajenas a su vivencia anterior en el Edén.
La disyuntiva de Eva es también la nuestra. Seamos sinceros, así como nuestros primeros padres rondaron el árbol prohibido, a veces nosotros también coqueteamos con la posibilidad de hacer las cosas a nuestra manera. Dialogamos con la tentación, sopesando la opción de tomar un atajo, de buscar alternativas a lo que Dios ha establecido acerca de cómo vivir una vida sana, madura y en orden. ¿Tomaremos la decisión correcta?
La Biblia no deja lugar a dudas: estamos en guerra. Es una guerra en la que están en juego las almas de aquellos que aún no le conocen, además de nuestra propia integridad. Por tanto, resistamos al enemigo con las armas y recursos que el Señor ha puesto a nuestra disposición (Efesios 6:10–20): la fe, la Palabra, la comunión con otros creyentes y la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. No por conocer la estrategia de Satanás somos menos vulnerables a ella. Al contrario, más bien nos recuerda Pablo que el que crea que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga (1 Corintios 10:12).